(Barcelona, 1956)
El imaginario pictórico de Carles Gabarró se gesta durante la década de los años ochenta. En París siente la llamada de la pintura y emprende un camino artístico libre y autodidacta en un contexto en ebullición marcado por la irrupción de la pintura neoexpresionista alemana, la transvanguardia italiana o el triunfo de la nueva pintura española. Gabarró se aplica, así, a la articulación de una pintura metafórica y tenebrosa, nacida de la escucha de sus obsesiones más íntimas —la condición humana, la soledad, la muerte—, y a la creación de unos motivos pictóricos —los cráneos, las librerías, las camas, el naufragio— que enlazan con la pintura
contemporánea y universal. Construye una obra de base expresiva, pero también meditativa y estructurada, a la que, a pesar de los vaivenes del arte, ha dado continuidad de forma persistente.
Puede parecer paradójica la aparición de la iconografía trágica de Gabarró en un contexto tan profusamente vital como el de los ochenta, pero sensualidad y drama, placer y muerte, belleza y abismo son dimensiones humanas que se contaminan más de lo que la razón puede admitir. Porque, como se desprende del inmortal verso de Rilke, “lo bello no es sino el comienzo de lo terrible”, y, en consecuencia, la vivencia “de una vida intensamente bella” — por decirlo en palabras de época— tiene que hallar, también, su contrapunto abisal, que identificamos en la iconografía pictórica de Carles Gabarró.
Su pintura sondea nuevos horizontes expresivos: paisajes metafísicos, psicológicos e indeterminados donde poder hacer una reflexión adecuada a sus motivos centrales de meditación existencial.
Es, de todas todas, una pintura pictórica. Persigue captar formas que escapen a la representación, que no ilustren, que no narren. Pintura, no más. Formas que den jaque a la razón, a la comprensión. Que se construyan en el aparato preconsciente, erradas pero verdaderas, sesgadas pero genuinas.
Sin embargo, la grandeza de la obra contemporánea de Gabarró radica en la capacidad de filtrar todo este rumor psicológico en el marco de un orden sereno y estructurado en el que se insiere su trabajo pictórico y que construye a través de motivos generales, teñidos de nostalgia, como librerías, escaleras y fábricas abandonadas.
La obra de Gabarró es, pues, hipótesis: una gran interrogación sobre la condición humana, la cual, librada de los dogmas ancestrales, yerra por el mundo afanosa e inquieta. Pero también celebra la existencia: la que se impele en el pulso artístico con la muerte, en un intenso anhelo de afirmación vital. Es, incluso, una obra sedimentaria, surgida de la acumulación arenosa a partir de los muchos flujos y reflujos de meditación pictórica sostenidos en el tiempo, en los mismos ritmos graves y expresivos que sustentan el libre devenir de la existencia.
Extractos del texto de Albert Mercadé para el catálogo de la exposición Carles Gabarró Hipótesis de existencia. Tecla Sala de L’Hospitalet, 2022