Amèlia Riera fue una artista inclasificable y, a su vez, una autora pionera en cuanto a su práctica desde una perspectiva de género, un surrealismo claramente alejado de sus coetáneos y un trabajo sobre el fetiche y la teatralización que se anticipa al tiempo presente. Su obra abarca desde la pintura hasta las instalaciones, pasando por el dibujo, la obra gráfica y sus míticos «objetos crueles», que es donde se hace más evidente su crítica permanente. Una lucha que no solo es antifranquista, sino que dispara contra todo: la subversión de los arquetipos utilizados para representar a las mujeres y su sexualidad, la reflexión sobre el problema de la incomunicación en la pareja heterosexual, la visibilización de las relaciones de poder, el disciplinamiento del cuerpo, gobernado, sometido e incluso expropiado, o la subjetividad. Todo teñido por un existencialismo que está en el fondo de toda su obra.