(Barcelona, 1951 – 2020)
Xavier Grau fue juntamente con José Manuel Broto uno de los principales protagonistas del grupo de Trama, un colectivo artístico surgido en los años 70 alrededor del cual gravitaban artistas que propugnaban una vuelta a la pintura como contrapunto al Conceptualismo imperante de la época. Con el movimiento Pintura – Pintura se reivindicaba una vuelta a la materialidad del medio y perpetuar así la rica tradición formalista europea y americana heredada de la primera mitad del siglo XX. En dicho contexto, este grupo de artistas entendían la pintura como una actividad autónoma, necesaria y relevante en el desarrollo de las artes visuales del momento.
La rigurosidad geométrica e ideológica que caracterizó los inicios de su obra en los años 70 fue desapareciendo progresivamente en pos de un estilo más personal que desembocó en una obra de gran singularidad y belleza caracterizada por la gestualidad y el color. Es a partir de la década de los 80 cuando sus planteamientos pictóricos se fueron haciendo de cada vez más complejos asistiendo así a una verdadera eclosión de su universo plástico que destacó por una gran riqueza cromática y compositiva.
La obra de Xavier Grau se fraguó a lo largo de los años en su defensa de la pintura y por su constante experimentación con el medio. En la densidad de sus obras coexisten tanto los recursos formales de la pintura como los del dibujo, así como una tendencia hacia la superposición de planos que de alguna forma contribuyen a desestabilizar la superficie pictórica y ganar en profundidad. Todo ello por supuesto ejecutado de forma consciente, analítica, lo que nos lleva a la gran capacidad técnica de Xavier Grau que, a la vez que perseguía la harmonía, se interesaba por generar tensión e inestabilidad. El movimiento es efectivamente una constante en la obra de Xavier Grau — planos,trazos, colores y nociones que se entrelazan y colisionan de forma tectónica
produciendo así efectos rítmicos, en plural, que ocurren de forma simultánea y a varias velocidades a lo largo y ancho de sus telas. Lo intrincado de estas formulaciones dieron lugar a una obra compleja de muchos matices y de un gran dinamismo y riqueza compositiva.
La profusión del color es otra constante en la obra del artista catalán. Xavier Grau aplicaba el color de forma efusiva, efervescente e incluso en ocasiones de forma virulenta —la vitalidad que se desprende de sus obras está íntimamente relacionada al
modo en que aplicaba el color y los motivos gráficos de los que hacía uso. Por una parte la gestualidad y las grandes manchas de color heredada de la tradición americana confería a sus obras una gran fuerza expresiva y potencia emocional. Por otra parte, la inclusión de motivos como líneas serpenteantes, puntos o figuras geométricas ayudaban a atemperar esa profusión gestual generando espacios semiautónomos que enriquecen a la vez que dan ritmo a las composiciones. Es efectivamente esta variedad de recursos técnicos, motivos y cromatismos lo que imbuye a la obra d Xavier Grau de ese gravitas que se le reconoce a los grandes de la pintura.
Su obra forma parte de museos y colecciones públicas como Fundación La Caixa, Museu
d’Art Contemporani de Barcelona (MACBA), Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS). Fundación Juan March o el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM).